Son muchas las ocasiones a lo largo del día, en las que cada individuo debe optar entre varias alternativas y elegir una de ellas. En realidad lo extraño sería el no tener que decidir.
Pero en una sociedad compleja este derecho del individuo, ¡de cada individuo!, para proyectarse en la comunidad, siempre irá acompañado del cumplimiento de las correspondientes obligaciones, unas obligaciones que deben respetar de forma responsable los derechos de otros individuos, porque es esta balanza “derechos-obligaciones”, la que necesariamente ayuda a respetar los derechos del resto de individuos de la colectividad para así lograr el justo equilibrio en todo sistema social.
Por consiguiente, el uso de los derechos y las libertades personales lleva implícito un ejercicio de responsabilidad social para, desde este equilibrio, respetar la libertad del resto de individuos, ya que cuando la libertad se ejerce sin la citada responsabilidad, ya no se trata de libertad, sino de simple y primitivo libertinaje, que imita a la ley de la selva y niega por tanto cualquier sociedad organizada por individuos libres y responsables.
La libertad debe ir acompaña de la responsabilidad, al igual que los derechos sociales llevan implícitos ciertos deberes u obligaciones.
Esto último es lo que se ha quebrado en Cataluña, porque las fuerzas políticas independentistas catalanas han tramitado las leyes de ruptura y referéndum, quebrando lo más esencial de cualquier equilibrio en la toma de decisiones, demoliendo el valor que la comunidad otorga a los acuerdos alcanzados y olvidado el cumplimiento voluntario de esas decisiones y acuerdos previamente adoptados.
Para todos aquellos que han denostado el Régimen del 78, este es un buen momento para apreciar lo difícil que resulta conseguir un nuevo consenso cuando las leyes impuestas por otros aniquilan todo principio de responsabilidad.
